26 febrero, 2012

VÍCTOR HUGO Y EL TERROR


NOVENTA Y TRES – Victor Hugo

Transcurre en Francia el año de 1793. Es la hora del triunvirato Robespierre-Danton-Marat. En la Vendée, provincia ubicada al oeste del país -predominantemente agraria y un verdadero bastión del tradicionalismo-, se ha desatado una insurrección contra el gobierno revolucionario. Los intentos iniciales de sofocarla han fracasado y el alzamiento se extiende: es la guerra civil. En esta “hora de los sanguinarios”, “el terror replicaba al terror” (Hugo). Unos y otros –insurgentes y fuerzas republicanas- se destrozan sin perdón ni cuartel; nada, ciertamente, que desmienta la fama de crueldad extrema de las guerras civiles. En Noventa y tres tenemos una interesante reflexión acerca del período, escrita por uno de los maestros de la literatura decimonónica.

Novela publicada en 1874 y concebida como primera parte de un ciclo sobre la Revolución Francesa que no llegó a concretarse, Noventa y tres es la obra de un Victor Hugo (1802-1885) consolidado en su papel de paladín del republicanismo, además de hacer de monumento viviente de la literatura francesa. En ella, el célebre autor de Los miserables –entre muchas otras obras- se vale del referido marco histórico y de unos cuantos personajes ficticios (protagonistas de la novela) para delinear algunos de los dilemas planteados por la revolución y la política del terror. Dilemas cuya relevancia es, en lo que hace al fenómeno revolucionario, universal.
La trama se despliega al pulso de la actuación de tres personajes: Gauvain, joven comandante de tropas gubernamentales que ha repudiado su origen aristocrático y adherido, por convicción e idealismo, a la revolución; el anciano pero vigoroso marqués de Lantenac, pariente de Gauvain y, en tanto líder de fuerzas vandeanas, su enemigo (cierta prueba de ferocidad del marqués hace decir a un personaje que “La Vendée tiene un jefe”; esto es, uno a la altura de las circunstancias: implacable y brutal); finalmente, Cimourdain, ex sacerdote devenido partidario del ideal revolucionario, inexorable y glacial en su cometido: es, al decir de Hugo, “el espantoso hombre justo”. Convencido de la necesidad de aplastar la insurrección (“Si la Revolución muere, será por la Vendée”, llega a afirmar), Cimourdain es designado comisario plenipotenciario del Comité de Salvación Pública para la guerra vandeana, lo que lo conduce a Gauvain, comandante de la columna expedicionaria que hostiga a Lantenac. Da la casualidad de que Cimourdain conoce a ambos jefes en liza: desempeñó otrora labores sacerdotales en casa del marqués y fue tutor del pequeño vizconde de Gauvain. En realidad, fue él quien sembró en el alma del joven su virtud republicana, y aunque han dejado de verse por mucho tiempo, se profesan uno a otro el afecto de un padre y un hijo.
Conforme progresa la narración se dilucida su conflicto medular, a saber: el problema de la clemencia en medio de una crisis de proporciones, tal que el axioma de ‘a grandes males, grandes remedios’ parece ofrecer la única alternativa seria y la clemencia convertirse en estorbo, haciendo del indulgente un irresponsable, cuando no un criminal. Lantenac y Cimourdain se merecen en cuanto a ferocidad; ambos están dispuestos a arrasar con todo lo que se oponga a sus respectivos designios: exterminar la revolución para restaurar la monarquía, en el caso del marqués; aniquilar a la contrarrevolución, en el del ex sacerdote. En ambos hay el mismo desprecio de la clemencia, en el convencimiento de que, cuando están en juego causas tan cruciales como las que ellos defienden, la misericordia para con el enemigo o el traidor sólo puede ser negligencia o, peor aun, otra forma de traición; un crimen imperdonable. Gauvain, en cambio, está hecho de otro material. Venera la revolución y la sirve con fervor, pero su fibra moral propende a la indulgencia.No ve, por ejemplo, en la matanza de prisioneros o de religiosos un favor a su ideal ni un servicio a la república, sino el peor modo de desacreditarlos. Así como el viejo Cimourdain representa la República implacable, su ex discípulo representa la República clemente. Gauvain considera los principios supremos de la revolución como dogmas de paz y armonía; si se quiere conquistar a los pueblos para la república universal, nada más contraproducente que asustarlos. “No hay que hacer el mal para hacer el bien. No se derriba el trono para dejar en pie el patíbulo”, asegura. Es un soldado para el que no tiene sentido vencer si no se puede perdonar. En la guerra vandeana, pues, estos jefes de las fuerzas republicanas –militar uno, Gauvain, político el otro, Cimourdain- personifican modos contrapuestos de entender la revolución y los medios de los que ella deba valerse ante quienes se le oponen. El conflicto es latente, y el logro de su objetivo, la derrota y captura de Lantenac, será la causa de su estallido.
Cimourdain tiene órdenes de matar al marqués; son órdenes que repugnan a Gauvain. Lantenac tuvo oportunidad de huir, pero ha preferido arriesgar su vida salvando a unos niños en peligro de muerte, los mismos que había secuestrado y con los que había pretendido chantajear a sus enemigos; el propio marqués ha cedido al llamado de la compasión. La conciencia de Gauvain se debate entre el deber moral que lo conmina a la piedad y el deber de lealtad y obediencia a la república y la revolución. Pero también se juega su modo de comprender el servicio a ambas; modo afecto a la bondad y la indulgencia.
Gauvain, enfrentado a este problema, obra según le dicta su conciencia aun a riesgo de hacerse reo del crimen de traición. No intenta huir ni pide clemencia para sí, pues entiende que ha infringido la ley. Es Cimourdain quien debe juzgarlo, con lo que se ve expuesto al problema de condenar a muerte a quien ama como a un hijo. En su mano está exonerarlo del patíbulo -no le faltan razones bien fundadas-. ¿Debe llevar al extremo su obediencia irrestricta al deber? ¿Qué Patria es ésta que se funda en la negación de la clemencia? ¿Se impone en todos los casos el deber legal al deber moral?
La novela da cuenta todo lo expresamente posible de la admiración de Hugo por la revolución. No niega sus errores ni sus horrores, pero sí está dispuesto a justificarlos (a cuenta del ideario democrático y republicano legado por el movimiento). En el balance de los beligerantes en el conflicto vandeano se decanta claramente por el bando revolucionario; esto al extremo de presentar dicha guerra como una confrontación entre el boscaje y el pantano provincianos, de un lado, y París (el del Comité de Salud Pública, de la Convención y de la guillotina), del otro. Confrontación entre campesinos y patriotas; entre Región y Patria; entre barbarie y civilización. Para mayor abultamiento, Hugo contrasta la insurgencia del montañés suizo (la de que tuvo por referente a Guillermo Tell) con la del campesino vandeano, declarando que mientras el primero combate por un ideal, el segundo lo hace por prejuicios; si el suizo lucha por la libertad y la comuna, el vandeano lo hace en nombre del aislamiento y de la parroquia. Afirma el escritor lo siguiente: “Las ideas generales odiadas por las ideas parciales es lo que constituye la lucha por el progreso”. La insurrección vandeana, en concepto del autor, no es más que la reacción de una idea local contra una idea universal.

Hugo hace gala de una buena dosis de fatalismo o determinismo geográfico. Atribuye justamente el triunfo de la rebelión suiza –rebelión de las montañas- y el fracaso de la rebelión vandeana –rebelión de los bosques- a “la influencia fatal del medio ambiente”. Según el novelista, “los países libres tienen Apeninos, Alpes, Pirineos, un Olimpo. [...] Grecia, España, Italia, Helvecia, tienen como figura la montaña; Cimeria, Germania o Bretaña, el bosque. El bosque es bárbaro”. En temeraria metáfora, Hugo sostiene que “la educación no es la misma si está hecha para las cumbres o para los bajos fondos”.
Visto el carácter ideológico de la novela, la construcción de personajes adolece de cierto esquematismo. No es que parezcan autómatas: aun los antipáticos Cimourdain y Lantenac exhalan algo de calidez humana, y Hugo se demora cuidadosamente en la caracterización de los protagonistas; pero importan menos como individuos imaginados que como portavoces de ideas. La obra carga con el lenguaje ampuloso e imponente al que era aficionado Hugo, sobre todo en los pasajes descriptivos y reflexivos. Los diálogos, a la par que abundantes, son chispeantes y acerados como si se tratase de duelos de espadachines; también son enfáticos y muy teatrales. Todo está concebido para impresionar al lector, incluyendo el dramatismo de la acción, poblada como está de giros sensacionales. Pero, a mi entender, nada más impactante que el dejo de simplismo que impregna las ideas del autor. La revolución francesa es en sí un tema conflictivo que difícilmente admite juicios unívocos. También exige hacer los distingos correspondientes (creo que 1789 no es lo mismo que 1793, por ejemplo).
Me ha parecido, en suma, una novela inquietante. Y estimulante.

Rodrigo

- Victor Hugo, Noventa y tres. Losada, Buenos Aires, 2007. Traducción de Luis Echávarri. 439 pp.

23 febrero, 2012

VAGABUNDEANDO CON G. HAEFS


CUENTOS VAGABUNDOS
GISBERT HAEFS
Evohé Narrativa

 Gisbert Haefs (Wachtendonk, Renania, 1950), autor, traductor y editor germánico, realizó sus estudios de filología inglesa y española en la Universidad de Bonn. Como él mismo cuenta en una entrevista, he nacido en una familia católica, pasando mis años de escuela en un colegio de jesuitas – me había costado bastante trabajo ganarme la libertad intelectual, y después de luchar contra el adoctrinamiento cristiano, no me apetecía dejar mi cerebro a los marxistas, sino pensar por cuenta propia. Entonces, la filología y la literatura  fueron su elección universitaria. Ha trabajado como traductor independiente y más tarde como traductor y editor en alemán de diversos autores como Bioy Casares, Borges, Kipling,  Conan Doyle, Chesterton, Mark Twain o incluso Bob Dylan y Brassens, ya que también, como un virtuoso renacentista, le interesa la poesía y la música, habiendo publicado en 1981 unos Cantos Grotescos, canciones que compuso, interpretó y editó en disco.
En España conocemos más su vertiente como autor de ensayo y novela histórica, pero hay otros aspectos de su amplia obra literaria que se nos muestran ahora, en esta compilación de cuentos que presentamos aquí. Y nos sorprendemos al descubrir casi a un autor desconocido, nuevo, distinto y muy atractivo. Siempre se ha dicho que es más difícil escribir un buen relato que una buena novela, porque ha de concentrarse en un breve espacio y ha de atraer y atrapar al lector para dejarlo satisfecho a su final. En España no hay demasiada tradición de relato, pero creo que precisamente por ello, podemos augurar que estas historias van a encontrar una acogida en hambrientos lectores de un género no muy abundante por estos lares.

En estos dieciocho cuentos, de muy diversa factura, obras que ya han sido publicadas en Alemania anteriormente y de donde algunos personajes han sido recogidos en obras posteriores, encontramos un nexo de unión, vago, sutil y vaporoso: la inquietud y el desasosiego. Son narraciones inquietantes, ciertamente. Porque descubren tras una fachada de cotidianeidad, en algunos casos, o de normalidad, un mundo oscuro, agazapado cual monstruosa criatura a la espera de ser liberada.
No es casualidad que Haefs haya traducido a Conan Doyle o a Kipling, o a Bioy Casares y a Borges, todos ellos con una faceta inquietante en sus obras. Traducir es como recrear una obra, recrear a un autor. Un buen traductor ha de meterse en la piel del autor al que traduce y adivinar qué ha querido decir;  qué y cómo lo dice, realmente. Y en esa empresa ha de haber una simbiosis, una interrelación entre ambos. Leer entre líneas antes de verter al otro idioma, finalmente, la obra ajena, que, en una pequeña pero importante parte, el traductor hace propia, le impregna.

El espíritu de Kipling sobrevuela muchos de estos relatos. También descubrimos un humor muy especial, muy borgeano, una mezcla de inquietud y de goticismo, como en Monstruo o El anatomista azul. Clima onírico, impactante, en El fin de Jürgen Soberg. Hay en algunos una cierta intención de sátira muy fina, de paradoja, como en la Parábola con varios conocidos. Errores y virutas toca el tema de las sectas pseudorreligiosas, que es reiterativo en varios relatos, como En la frontera.

Algunas narraciones se enmarcan dentro del más puro estilo de la novela policíaca, siendo altamente destacable El triunvirato, que me parece de una estructura y elaboración redonda (a pesar de ser triangular), y en menor grado, Matzbach y un par de buenistas, de la que destacaría este párrafo: “Quien pone eufemismos en circulación, cambia el lenguaje, cambia el contenido de las palabras para mejorar el mundo conforme a su modelo, acaba llamando, probablemente pronto, “auto de fe” a la quema de herejes y “limpieza étnica” o, por qué no, “purificación religiosa de la población”, al genocidio.
Otras, como Un feliz acontecimiento o como, sobre todo Ángel en la penumbra, a pesar de su apariencia de dirty realism, contiene diversas connotaciones, absolutamente terribles: el amor/odio al héroe, el repudio a los que nos protegen pero que necesitamos, a la inevitable herencia paterna, la mediocridad que no soporta al diferente, al que ayuda, precisamente porque se le necesita, el resentimiento contra todo ello, ...son  relatos parabólicos, que lanzan una potente carga de profundidad contra una sociedad en franca decadencia, y algunos dejan un regusto de amargura, como el de Retorno al hogar, que es mucho más dramático y parece un mal sueño. Tanto el comienzo, con El testigo,  como el final del libro, con Los dones de los tres reyes, tienen un marco de tema histórico judeocristiano, romano y, si se quiere, religioso. Y ambos son muy curiosos y con un toque de humor muy especial, francamente divertido.
 Sin embargo, se echa de menos al final de cada relato, la fecha en que fue escrito, que consideramos un dato más para ubicarlos, así como su título original. Tampoco una introducción o breve prólogo sobre la obra del autor  hubiera sido desdeñable, al ser una colección de cuentos tan variopinta, y tan diferente a lo ya conocido de Haefs en España. Vaya, de todas formas, nuestra enhorabuena a Evohé por esta nueva publicación, que nos muestra otra cara de un autor que tiene aún mucho que contarnos.


Ariodante



20 febrero, 2012

24 HORAS CON ZWEIG

Aprovechando que  el próximo día 22 de febrero es el 70 aniversario de Stefan Zweig:

VEINTICUATRO HORAS EN LA VIDA DE UNA MUJER

STEFAN ZWEIG


«Sólo un libro que se mantiene siempre, página tras página sobre su nivel y que arrastra al lector hasta la última línea sin dejarle tomar aliento, me proporciona un perfecto deleite.» Stefan Zweig. Estas palabras que dice el autor sobre lo que debe de ser un libro para  un lector es lo que, realmente, me pasó al leer Veinticuatro horas en la vida de una mujer porque esta pequeña pero gran novela de poco más de cien páginas atrapa a uno toda ella de principio a fin, leyéndola con ansiedad, pues se está ávido de conocer cuáles fueron las causas que originaron el lamentable suceso que desconcertó a los huéspedes de la pensión de la Riviera, que en ella pasaban unos días de apacible descanso. El tema que alteró la tranquilidad de los comensales fue un deplorable incidente que afectó a la sensibilidad de los inquilinos del «Palace Hotel», al que era anexo la pensión antes citada, pues se unía a él a través de un jardín y los residentes en uno y  otro edificio podían mezclarse sin problema alguno.

Incidente narrado en primera persona porque quien esto nos cuenta era uno de esos contertulios, causante, además de que la discusión fuera en aumento. Ese acaloramiento fue ocasionado por las diferencias que había entre unos y otros a cerca del acontecimiento en cuestión. Y lo que había sucedido era que, ya bien entrada la tarde, un rico comerciante de Lyon buscaba desesperadamente a su esposa. Todos estaban realmente asustados ante la desesperación de este hombre, pues dada la tardanza de la señora Henriette, que así se llamaba la mujer, algunos se temían lo peor. Pero una criada del Palace encuentra una carta y se la entrega. Al leerla el hombre se derrumba. Todos se dan cuenta del motivo de la desaparición y abandonan al comerciante en su abatimiento. La condesa que presidía la reunión de los tertulianos le cuenta su historia al narrador para que así comprenda cuál es su punto de vista sobre lo ocurrido y le hace ver, de esta manera, que comparte con él su misma opinión. 

 
Stefan Zweig (Viena, 1881- Petrópolis, Brasil, 1942) es el autor de este atractivo relato.   Su declarado antibelicismo hace que se exilie en Zurcích (Suiza).  Escribe historias noveladas como Erasmo de Rotterdam o María Estuardo así como ensayos históricos y literarios como Verlaine, Tres maestros (Balzac, Dickens y Dostoievski) o biografías como la de María Antonieta, adaptada al cine. Escribe libretos de óperas. Luchó toda su vida por la ciudadanía del mundo y por la paz y fraternidad humana.  Se suicida en Brasil, junto con su segunda esposa. 

El autor describe con maestría y un lenguaje sencillo pero efectivo las pasiones humanas. En la época en que se desarrolla esta historia priman las apariencias porque si una persona, sobre todo una mujer, se aparta de la moralidad que le tocó vivir será criticada quedando marcada para siempre por el «qué dirán». Dominaban los prejuicios sociales sobre todo lo demás pues las disputas que refleja en la novela es si lo que hizo Henriette está bien o mal. Utiliza incluso el francés para referirse a términos relacionados con el amor o el juego y  el inglés en un pequeño diálogo entre el narrador y la condesa, todo ello aclarado con notas del traductor.

Es una obra que recomiendo por su fácil lectura y destacaría sobre todo cómo se puede conocer a una persona sin mirarle a la cara por los gestos que la misma hace con las manos sobre el tapete del juego, utilizando la protagonista la técnica de la quiromancia.

Galaico
 
Ficha técnica:

VEINTICUATRO HORAS EN LA VIDA DE UNA MUJER
STEFAN ZWEIG
Título original: Vierundwanzig studen aus dem leben einer frau
Traducción: María Daniela Landa
Portada de J. Palet
ED.PLAZA & JANES, S. A. 1969


16 febrero, 2012

SACKS EN MARTE


un antropologo en marte-oliver sacks-9788433905406UN ANTROPÓLOGO EN MARTE
OLIVER SACKS. Anagrama, 2006

Como un antropólogo en Marte es como describe su experiencia de la vida Temple, la autista del último capítulo de este libro de Oliver Sacks. Temple es un ejemplo de autista altamente funcional que ha superado gracias, entre otras cosas, al lenguaje y su esfuerzo denodado, la terrible triple carencia que asfixia a otros autistas (carencias sociales, comunicativas e imaginativas). Ha logrado desarrollar una brillante carrera profesional a través de su trabajo de investigación en materia de ganado, convirtiéndose en asesora de numerosos proyectos pioneros en todo el mundo, dando clases en la Universidad, escribiendo innumerables ensayos, dando conferencias y dedicando el tiempo que le queda a estudiar el fenómeno del autismo, a escribir sobre él (su libro más importante al respecto es su propia autobiografía) y dar charlas sobre el autismo. Pese a este tremendo éxito, Temple vive incapaz de asumir los sentimientos ajenos, no maneja correctamente el lenguaje irónico, no es capaz de valorar conceptos como "espiritualidad, belleza, amor".
Ha creado una fachada que le permite pasar por uno más, a costa del tremendo esfuerzo de "aprender" comportamientos sociales que observa e imita. Esta extrañeza ante el mundo es lo que la convierte en un antropólogo en Marte.
En la misma situación se encuentra el autor, Oliver Sacks que contempla y nos relata con asombroso y cariño las tremendas historias que conforman este volumen y que, al igual que ocurre en El hombre que confundía a su mujer con un sombrero, nos enfrentan a un mundo sobrecogedor del que apenas podemos atisbar una sombra gracias a divulgadores como Sacks.
Las historias de Un antropólogo en Marte vuelven a recoger casos clínicos realmente sorprendentes sin perder nunca la perspectiva humana. El autor acude a casa de los protagonistas, convive con ellos y de ellos aprende que, en muchas ocasiones, lo que parece una grave "deficiencia" no es más que una forma diferente de ser, de comprender o percibir el mundo. ¿De poder superar el autismo, Temple aceptaría la propuesta? La respuesta clara y directa de la bióloga es inmediata: No. No está dispuesta a renunciar a las “ventajas” de su autismo (capacidad de análisis, dedicación a su trabajo, pensamiento visual, retentiva, etc) a cambio de unas aptitudes que parece no necesitar.
Paradójico resulta también el caso del pintor que, tras un leve accidente de tráfico, pierde la percepción del color. Este pintor, cuya obra se basaba en el extenso uso de colores brillantes, reconstruye su vida y obra, sobre el blanco y negro. Sus cuadros ganan fuerza y expresividad y su ambiente social pasa a ser el nocturno dado que la luz del sol le molesta y dificulta la visión. El proceso de adaptación a las nuevas circunstancias es largo y no está exento de dificultades, de pruebas y errores, pero finalmente le conduce a un nuevo equilibrio que le permite sacar partido a una grave incapacidad. ¿Cabe definir su percepción como atrofiada o anormal?¿Desearía volver a ver el color? Nuevamente la respuesta es clara: No.
Otro pintor en apuros es Magnani quien abandonó de niño el pueblo de la Toscana en el que había nacido y en el que su padre había fallecido dejando a su madre abandonada con todos sus hijos por criar. Magnani "congeló" el pueblo de su infancia y lo guardó en su memoria tal cuál quedó a finales de los años 40 con una precisión tal que sus cuadros (cuyo único tema es Pontito) pueden ser vistos como fotografías, reproduciendo detalles nimios con fiel precisión. Su cerebro "vive" en Pontito de modo que, cuando está ante un lienzo, incluso gira la cabeza para poder ver lo que hay a los lados del camino que está pintando. Magnani hace girar toda su vida sobre Pontito al igual que hace su obra pese a no haberlo visitado en decenios. Cuando finalmente acude al pueblo en dos ocasiones, sufre un choque tremendo dado que el pueblo ha seguido el curso de la historia, a diferencia de lo que ocurre con los cuadros que lo representan, y la realidad lucha por abrirse paso. Después de un parón en su obra, Magnani vuelve a pintar como lo hacía antes, añadiendo algún nuevo detalle que ha visto en sus visitas (por ejemplo una antena de televisión, un poste de electricidad) pero dejando la esencia de "su pueblo" intacta, su cerebro se ha impuesto a la realidad.
El último hippie es incapaz de vivir más allá de los primeros años 70, su mundo quedó congelado en aquella época en la que comenzaron sus mareos y fiebres y en que los Grateful Dead eran el grupo de moda en la Costa Oeste con todos sus miembros al completo, mientras para el resto del mundo son recuerdo de una época muerta, al igual que varios de sus integrantes. Greg parece comportarse como las personas lobotomizadas de los años 40 y 50, sin impulsos propios, totalmente ausente y pasivo. Sin embargo, al primer estímulo (unas palabras que se le dirijan, música que suene al fondo de la sala) se convierte en una persona expansiva, atenta y conversadora, aunque anclada en los 70. ¿Sería más feliz en su vida sabiendo que los Dead dejaron de ser lo que representaron para él? Greg no está en disposición de contestar por sí mismo a esta pregunta pero adivinamos la respuesta.
Bennet padece el síndrome de Tourette, una afección neurológica que reduce al individuo a una serie de tics gestuales, orales y de todo tipo que parecen hacer imposible una vida sosegada. Sin embargo, Bennett está felizmente casado, conduce un coche, pilota una pequeña avioneta, da clases en la universidad local y es el cirujano de mayor prestigio en todo su hospital. En las reuniones semanales con sus colegas alarga los brazos hacia el techo, estira las piernas de manera compulsiva, lleva la cabeza hacia el suelo mientras sus hombros se agitan pero su opinión es respetada y nadie parece sorprenderse de su comportamiento. Para poder estudiar y preparar las operaciones más complejas debe consultar sus libros de medicina sentado en una bicicleta estática preparada a tal efecto mientras fuma en pipa. La realización de movimientos mecánicos y rítmicos parece concederle un poco de paz para poder leer sin que su cabeza salte a otra parte. ¿Renunciaría a todo lo que ha conseguido a cambio de perder esas "pequeñas rarezas" como las define su feliz esposa? Seguramente no.

La adaptación no siempre resulta feliz y en ocasiones fracasa. Virgil fue operado de cataratas con más de 40 años tras haber vivido sin visión prácticamente desde los 6 años. Su vida era estable, a punto de casarse, trabajaba como masajista para la YMCA que, al tiempo, le facilitaba una casa, había aprendido a leer en Braille y era autónomo. Su cerebro había hiperdesarrollado el tacto ocupando parte de las zonas que correspondían a la visión. Tras las operación Virgil no logró ver correctamente ni dar coherencia al mundo que se le presentaba ante sus ojos. Incapaz de comprender que la conjunción de dos ojos, una nariz y una boca eran una cara, o de tener una visión tridimensional que le permitiera distinguir qué objeto está cerca, cuál lejos, etc, acabó retornando a su mundo de tinieblas con graves problemas de autoestima y una creciente frustración. Problemas de salud previos (peso excesivo, presión arterial, ...) agravados por su desánimo acabaron por poner punto y final a su vida sin que su cerebro pudiera "recuperarse" de los años que había vivido ciego.
El cerebro es en ocasiones capaz de utilizar sus recursos libres concentrándolos en una determinada aptitud. La capacidad memorística o la habilidad de cálculo más prodigiosa son características comunes a muchos savants generalmente despreciados como espectáculos circenses. Stephen es un niño incapaz de comunicarse pero con unas dotes especiales para el dibujo que suscita interés y se ve alentado a desarrollar una brillante carrera con la publicación de varios libros de dibujos y viajes alrededor del mundo en busca de temas para sus ilustraciones. Stephen es capaz de "atrapar" el estilo de Matisse y hacerlo suyo. No copia los originales, asume su estilo y le agrega el suyo propio. Incluso se aprecia cierta ironía en sus retratos que, sin embargo, no es capaz de transmitir en su vida cotidiana, circunscrito a su condición de adolescente asocial con los conflictos y represiones que ello supone. ¿Tiene capacidad de empatizar o de sentir apego por las personas? ¿Siente verdadero aprecio por quienes se esfuerzan por atenderle?¿El contacto social podrá modelar su cerebro para dotarle de cierta capacidad de sentimientos?

Éstas son las historias que nos presenta Sacks y éstas las cuestiones a las que, en ocasiones responde, y en otras deja para futuras investigaciones o para la simple especulación. Una idea subyace, nuestra concepción de integridad y plenitud, de normalidad, determinan lo que, a sensu contrario, es anormal o deficiente. Los personajes de este libro nos hacen ver que no ser réplicas de nuestro modelo no las hace imperfectas, minusválidas o incapaces. Como un antropólogo, deberíamos abstenernos de juzgar con nuestros prejuicios y etnocentrismo. Este libro es un estupendo antídoto contra esa amenaza y un ejercicio para conocer mejor a nuestros semejantes o a nosotros mismos.

GWW

11 febrero, 2012

CARPENTIER EN SU REINO


EL REINO DE ESTE MUNDO
ALEJO CARPENTIER
(Varias Ediciones)
El reino de este mundo’ es una novela que evoluciona sobre un trasfondo histórico dado por los orígenes de la República de Haití, en el que intervienen personajes como los caudillos Mackandal y Henri Christophe, Paulina Bonaparte y su marido el general Leclerc. El autor, el cubano Alejo Carpentier (1904-1980), se sirvió de tales materiales históricos para ilustrar una tesis literaria de amplia resonancia cultural, puesto que concierne al arduo tema de la identidad latinoamericana-: la teoría de lo real maravilloso.
Escritor de vasto saber y oficios variados, musicólogo entre otras cosas, Carpentier contribuyó de modo decisivo a perfilar y enaltecer la singularidad latinoamericana en el universo narrativo. La novela ‘Écue-Yamba-O’ (“Alabado sea el Señor”, en lengua yoruba), su debut literario, constituye una tentativa de registrar la cultura popular cubana, en la que el elemento de origen africano tiene una vigorosa presencia. Carpentier se vale aquí de las claves ya probadas de la escuela naturalista vernácula, y el resultado es un relato de índole antropológica aún carente de la originalidad y la rotundidad de su obra posterior.
En la génesis del concepto de ‘lo real maravilloso’ tuvo parte fundamental un viaje realizado por el escritor a Haití en 1943, en donde pudo “sentir el nada mentido sortilegio” del país e imbuirse de la vitalidad de sus mitologías. Conforme al ideario carpenteriano, que extrapola la especificidad haitiana al universo americano haciendo tabla rasa de su diversidad, en América –entiéndase la del sur del Río Grande- el prodigio no es recurso forzado de una civilización que haya agostado la planta de sus tradiciones y mitos y que, ávida del fruto mirífico de la fantasía, deba contentarse con penosos sucedáneos. Europa puede experimentar el malestar en la culturay procurarse efímera evasión de la aridez racionalista en los malabares del surrealismo y otras vanguardias artísticas. En América Latina y el Caribe, en cambio, el mito subsiste con toda su fuerza, haciendo de la región tierra fértil para el prodigio. El rescate de la cosmovisión americana es el motivo que subyace a ‘El reino de este mundo’ (1949), auténtico manifiesto carpenteriano y segunda novela del autor. 
En concepto de Carpentier, la persistencia del mito exige que la realidad americana sea representada por un arte narrativo distinto del que dictan los parámetros del racionalismo. En el imaginario americano –tentado estoy de decir ‘imaginario carpenteriano’- la realidad anula las fronteras que la mentalidad racionalista establece entre las dimensiones natural y sobrenatural, permeándose ambas de modo tan espontáneo y completo que nada impidela ocurrencia en nuestro mundo de los más sensacionales portentos o milagros. Por lo tanto, si el escritor se aboca a la tarea de representar esta realidad, ha de hacerlo bajo el prisma de lo real maravilloso, concibiendo una ficción maravilloso-realista: una en que lo prodigioso sea parte ingénita de lo real.
La novela que reseño se nutre de los hechos históricos que desembocaron en la independencia de la colonia francesa de Saint-Domingue, actual Haití, y en el establecimiento de la grotesca monarquía de Henri Christophe; acontecimientos todos de fines del siglo XVIII y comienzos del XIX. El punto de vista que unifica la trama es el de un personaje ficticio de nombre Ti Noel, de raza negra, primero esclavo y luego peón liberto que hace de testigo de la tormentosa historia. Liderados por el manco Mackandal, hechicero versado en venenos y en el arte de la metamorfosis, los negros de la colonia se sublevan contra la dominación blanca; la insurrección es derrotada, su líder ejecutado y los negros sometidos a sistemática matanza. Años después se produce una nueva insurrección que a largo plazo culminará en éxito. Ya independizado el país, sobreviene la autoproclamación, en 1811, de Henri Christophe como rey de la parte septentrional bajo el nombre de Henri I; acabará suicidándose en 1820, en medio de una nueva sublevación.
La obra es breve en verdad (abulta apenas un centenar de páginas), pero densa en significado. No se atiene al propósito de novelar una porción de la historia haitiana, en sentido de desplegar una sucesión pormenorizada de acontecimientos y de retratar a sus protagonistas. Nada de esto, puesto que la narración es fragmentaria, el punto de vista muy sesgado y las omisiones y los saltos temporales demasiado amplios. Más bien, dicha porción de historia proporciona la ambientación en que se desenvuelven Ti Noel y otros personajes, entregados a la fascinación y también las penurias del exuberante Caribe. (La fugaz aparición de Paulina Bonaparte, hermana de Napoleón casada con el general Leclerc -comisionado por su poderoso cuñado para la recuperación de la colonia y fallecido en el intento-, pone una nota colorida, plena de sensualidad.) Provee, aquella porción de historia, la justificación del propósito ideológico del autor: como está dicho, la plasmación literaria de una peculiar cosmovisión americana, premoderna y forjada en ricos sincretismos culturales.

de lo prodigioso. El pensamiento mítico de la población negra subvierte los parámetros de la realidad ‘normal’ tal cual es entendida por los blancos; para aquélla la realidad mítica es la normalidad misma. El contraste entre los dos paradigmas culturales, el ‘occidental’ y el premoderno de los negros haitianos, es evidente –más que en ningún otro pasaje de la novela- en el momento de la ejecución de Mackandal. Los colonos franceses, al quemarlo en la hoguera, creen suprimir por completo la amenaza representada por el nigromante. Para sus congéneres africanos, en cambio, el manco sólo se ha desembarazado de su envoltura humana; al momento de ser devorado su cuerpo por las llamas, su espíritu se eleva por los aires y se desvanece arrojándose entre los negros, quienes comprenden que Mackandal ha decidido permanecer en el reino de este mundo, esperando el instante propicio para reaparecer y liberar a su pueblo de la esclavitud. Los negros se gozan del modo como su padre espiritual ha burlado los métodos de los blancos –confirmando un nuevo triunfo de los “Altos Poderes de la Otra Orilla”-. Por su parte, los blancos sólo han tomado nota de la –aparente- insensibilidad de los negros, la que, a su entender, confirmaría el primitivismo y la inferioridad de esta raza.

En mi opinión, la teoría de lo real maravilloso, directo antecesor del realismo mágico de García Márquez, contiene mucho de artificio y de parcialidad. La preeminencia, cuando no mera pervivencia, de una mentalidad mitológica puede ser entendida como fenómeno marginal que a duras penas se las ve ante el avance arrollador de la modernidad. Asignarle valores genéricos en cuanto esencia de lo latinoamericano me parece excesivo; peor aún si se hace, como en el presente caso, desde la excepcionalidad haitiana, tomando la parte por el todo. Creo que el trasfondo ideológico de la novela deja mucho que desear y que la propia trayectoria histórica de esta América lo ha desbancado. Sin embargo, como pieza fundamental de la literatura de estas latitudes, la novela conserva todo su interés. Su estilo generoso en imágenes y vivacidad depara una lectura soberbia, verdaderamente cautivante.

Rodrigo

09 febrero, 2012

Presentación de En el país del arte. Tres meses en Italia, de Vicente Blasco Ibáñez. 

El acto tendrá lugar a las 12 horas del sábado día 11 de febrero, en la Casa-Museo de Blasco Ibáñez, en la calle Isabel de Villena nº 157 (Valencia), al lado del Paseo Marítimo y la Playa de la Malvarrosa.

Contará con la presencia de Rosa Mª Rodríguez Magda, directora de la Casa y autora del prólogo, Javier Baonza, editor, y Julio Castelló, responsable de la edición crítica.


05 febrero, 2012

VIAJANDO POR ITALIA CON BLASCO IBÁÑEZ


EN EL PAÍS DEL ARTE. TRES MESES EN ITALIA
VICENTE BLASCO IBÁÑEZ
Prólogo de Rosa María Rodríguez Magda
Ed. Evohé, col. El Periscopio, 2011

El arte al que se refiere el acertado y atractivo título del libro, no solo es el arte en su acepción plástica, que también, sino en la más general del término: el arte de vivir, y de vivir rodeados de belleza, tanto si está en ruinas como guardada en los más bellos museos y palacios. El arte del bel canto, de la musicalidad que impregna la vida cotidiana de los italianos, el arte del buen cocinar, del dolce far niente, de un país acostumbrado a las crisis políticas permanentes, al equilibrio económico entre el norte y el sur,  Miguel Ángel y Garibaldi, Savonarola y Casanova, poniendo una vela a Dios y al Diablo, viviendo entre los maravillosos desnudos de las estatuas grecorromanas y las sotanas de los curas en el Vaticano. Un país que deja boquiabierto al extranjero que pisa tierra italiana, y que, como Stendhal, podría preguntarse cómo es posible vivir rodeado de tanta belleza sin que te estalle el corazón.
En el prólogo, Rosa M. Rodríguez Magda, (actual directora de la Casa-Museo de Blasco Ibáñez en Valencia) cuenta las vicisitudes que hubo de pasar el escritor antes de llegar a Italia, a la vez que afirma que es y no es un libro de viajes escrito por un novelista. Porque cuando Blasco lo escribe, aun no es un novelista: es periodista, agitador político, y…joven. Será un novelista, después. Por ahora realiza un maravilloso viaje por Italia en 1886, pero no porque desee ir a Italia y escribir sobre ella, sino porque ha de salir por piernas, debido a una algarada política, una manifestación ante la plaza de Toros, donde Blasco, entre otros habían convocado un mitin que fue prohibido, pero la gente acudió y acabó con un policía herido y declarado el estado de guerra. Resultado: el joven Vicente Blasco embarca en un vapor que le lleva a Sète y de allí recala en Génova, pisando tierra italiana por vez primera. El impacto que recibe es enorme.
 Solamente verse en pleno Mediterráneo ya motiva al joven Blasco un cúmulo de emociones, viniéndole a la mente la historia de estas aguas, por las que ha navegado la cultura y la civilización, primero de Oriente a Occidente, y después en sentido inverso. Pero es llegar a Italia, empezar a recorrerla y también se ve colmado por cantidad de emociones: reconoce la herencia histórica romana, al tiempo que asume la herencia española en tierras italianas. El recorrido que durante tres meses realiza y sobre el que va a ir escribiendo sus impresiones cubre las más importantes ciudades y zonas italianas: empieza por Génova, la ciudad del mármol; sigue por la Lombardía –la Cataluña italiana, como él la califica-, siguiendo la ruta de Napoleón, hacia Milán, capital moral de la península, que le conmueve  por la magnificencia de su majestuosa catedral: «Es necesario –afirma- ser Victor Hugo para definir la impresión que causa el interior de esos grandes monumentos levantados por la fe de la Edad Media». También le llama la atención el carácter musical de la población, y la ópera, presente en toda Italia pero encabezada por la Scala. El castillo de los Visconti –o lo que queda de él- le provoca reflexiones enjundiosas, así como la Biblioteca Ambrosiana, la Pinacoteca de  Brera…y la prisa por comer de los frailes de Santa María de Gracia, que abrieron una puerta justo cargándose la parte inferior de la Santa Cena de Leonardo. Dedica cinco capítulos a Milán.

De la capital lombarda se traslada a Pavía, que califica de «Escorial italiano», y recuerda la victoria de los tercios españoles de Carlos V sobre las tropas francesas y cómo fue hecho prisionero Francisco I. De allí a Turín, donde su mayor deseo se ve cumplido al encontrarse en persona con Edmundo D’Amicis, al que admira tanto literaria como políticamente, y nos brinda toda una disertación sobre la relación de la poesía con la revolución. A lo largo de todos estos textos, el joven y ardiente Blasco manifiesta sus opiniones políticas, reflexiona, compara, alaba o critica la historia y a los personajes según su filtro. Pero lo hace muy razonadamente y a veces, tiene unas ocurrencias humorísticas deliciosas, por las que hace algunas críticas por la vía cómica, que resultan así más tamizadas. En general, la religión católica y la Iglesia son continua diana de sus dardos. Conocida es la posición anticlerical y anti monárquica de Blasco, republicano visceral, y en cada lugar que visita de Italia observa cómo vive la población, las diferencias sociales, las influencias nefastas de los clérigos (jugosas reflexiones sobre Francisco de Asís, por cierto), los garibaldinos, los Saboya,…
Sube a la torre de Pisa, sintiendo un cierto vértigo, recorre la Plaza de los Caballeros, y la Torre del Hambre, donde el conde Ugolino languideció, y llega por fin al Campo Santo. Recuerda a Byron asistiendo a la muerte de Shelley, recuerda que en el Palacio de la Sapienza (la Universidad) un tal Galileo impartía sus lecciones, mientras la Inquisición afilaba las uñas.
Y llega a Roma, a la que dedica nueve capítulos: se apodera de él el síndrome stendhaliano, y no sabe por dónde empezar, subyugado ante tanta belleza, ante tanto arte, la Roma clásica y la Roma renacentista, Laocoonte y la Sixtina, el Foro y el Capitolio; la magnificencia arquitectónica de San Pedro; el Vaticano, pleno de tesoros artísticos, centro histórico de poder. Los diversos saqueos de la ciudad, desde los bárbaros, a los españoles, y los de los propios ciudadanos, que desmontaron medio Coliseo para construir palacios: «Lo que no hicieron los bárbaros lo hicieron los Barberini» dice Blasco, con retranca. Miguel Ángel, Rafael, le calan hondísimo ¿y a quién no? ¿Quién podría resistirse a la fuerza que emana de las esculturas y pinturas miguelangescas, o a la dulzura de la las pinturas rafaelescas?

No sólo del arte clásico y de la gloriosa arquitectura romana nos habla, sino que incluye dos capítulos para  hablar de los españoles (artistas, literatos, periodistas) que encuentra en la Ciudad Eterna, y que son muchos, siendo los principales los hermanos Benlliure, que le acogen y le ayudan, incluso le llevan un tiempo a Asís, donde tienen casa de verano. La ciudad de Asís le recuerda a Toledo, impresionándole profundamente los frescos y las pinturas de la catedral: Cimabue, Giotto, el Dante, San Francisco son personajes que le llaman la atención y sobre los que diserta.
De Roma pasa a Nápoles, a cuya región dedica otros siete capítulos.  Aquí el escritor se desborda como el Vesubio; no puede resistir tanta belleza natural: la bahía napolitana, el maravilloso paisaje, el imprevisible volcán, que visita subiendo a caballo, llegando hasta el mismísimo cráter, aspirando los efluvios sulfurosos y casi quemándose los pies con las ardientes piedras volcánicas. Pero no sólo es la naturaleza: es la propia ciudad y las gentes napolitanas las que le dejan lleno de sentimientos contradictorios: reconoce cuanto hay de español en Nápoles, la picaresca que parece ser el carácter propio de sus pobladores, así como la musicalidad de lengua y canto. También la languidez, el dolce far niente, la casi invisible frontera entre la ley y la ilegalidad de la Camorra, «pueblo de alegres farsantes».
Lo que también visita y describe al detalle, con enjundiosas reflexiones y comentarios, es la ciudad muerta de Pompeya, a la que imagina llena de vida y nos hace imaginar a los antiguos pobladores paseando junto a él por las avenidas, el interior de las casas, admirando las pinturas, sonrojándose en la vía del Lupanar, ante el «atrevimiento» y la liberalidad sexual de los romanos. Los comentarios del escritor no tienen desperdicio.
Tras la visita al sur, sube hacia el norte, hacia la Toscana: al pasar por el lago Trasimeno imagina vívidamente la tremenda batalla que tuvo lugar entre las tropas de Aníbal y las de los romanos, comandados por Cayo Flaminio Nepote. Y finalmente llega a la Ciudad de las Flores: Florencia. Deambula bajo la lluvia por la ciudad, asombrado de encontrar en tan breve espacio la mayor concentración de arte nunca visto, impresionado por la fuerza escultórica en cada rincón de la Plaza de la Señoría, por los pasillos abarrotados de arte de la Galleria degli Uffici. La cúpula de Brunelleschi, las Puertas de Ghiberti, Santa María dei Fiori, ¿es posible hallar más belleza junta? Ay, Stendhal, ¡cuánta razón tenías!
Y finalmente, el broche con el que cierra su relato viajero: no podía ser otro que Venecia, la reina de las lagunas. Describe su entrada en tren, por el largo puente que parece flotar sobre las aguas. La excepcionalidad de esta maravillosa y única ciudad, puerta de Oriente, cuyo intercambio cultural se aprecia en las edificaciones y en los dorados que cubren San Marcos, la sensación de estar en la frontera de otro mundo, los paseos por las escondidas plazoletas, las góndolas por los canales, los palacios reflejados en las aguas tranquilas…La historia de la Serenísima parece haber inmovilizado el tiempo, cuando se entra en la ciudad.
En suma, un relato lleno de viveza, un estudio de la historia italiana, de las costumbres, de sus gentes y paisajes, un texto que supera con creces cualquier guía turística y que asombra la profundidad de miras de un joven periodista que más tarde será un grandísimo escritor…y un incansable viajero: Don Vicente Blásco Ibáñez  El criterio seguido para esta edición por Julio Castelló principal responsable de ella, ha cotejado la edición príncipe con otras ediciones posteriores, con la idea de recuperar dos capítulos desaparecidos de ulteriores ediciones, así como un buen número de párrafos, expresiones, fragmentos y matices eliminados o modificados, por una posible incorrección política, pero que revelan al autor en sus convicciones profundas y dan calidad  al texto.



Reseña publicada también en: http://www.elplacerdelalectura.com/2012/02/en-el-pais-del-arte-tres-meses-en.html

02 febrero, 2012


ENTREVISTA A AMANDO LACUEVA

Autor de la novela La guerra del francés, La marca del traidor

Entrevista realizada por Galaico, publicada anteriormente en Melibro.com



Amando Lacueva (Hellín, 1960) es asesor fiscal en la Agencia Tributaria de Tarragona. Estudió Peritaje Mercantil en la Escuela de Altos Estudios Mercantiles de Barcelona. Pertenece a diversos grupos de escritores y participa activamente en varios foros literarios. Su primera novela, publicada en 2008, El triángulo vikingo (Mundos Épicos Grupo Editorial), es de corte fantástico y  trata sobre las deidades nórdicas y actualmente ya va por la segunda edición. En 2009, Hera Ediciones publica su segunda novela, El sexo sol, obra de ciencia ficción que trata sobre las profecías mayas. Este año verán la luz su poemario “En carne viva” y su cuarta novela “Red final”.

Galaico:  Le agradezco que me dedique un momento de su tiempo para esta pequeña
entrevista:

1-Le felicito por el éxito que parece va teniendo La guerra del francés. La editorial ya está preparando una segunda edición.

AL.-Esas son las últimas noticias que he recibido recientemente de la editorial. Todo  apunta a que el distribuidor solicita más ejemplares y éstos parece ser que se han agotado.

2-Uno de los supervivientes de esa barbarie cometida por Suchet contra la población, dice, en la introducción “que Tarragona y sus héroes claman un lugar en la Historia de esta patria desagradecida”. Entiendo que esta novela es un canto a la Memoria Histórica de los que dieron su vida defendiendo la ciudad hasta el último suspiro, a pesar de que sabían cuál era su fin.

AL.- Cierto. Suchet envió varios emisarios para que el gobernador, el general Juan Sénen de Contreras, entregara las llaves de la ciudad abaluartada, pero ni él ni el comandante en jefe de Cataluña, Luis González de Aguilar, el marqués de Campoverde, después de lo sucedido en Tortosa con el conde Alacha, tenían en mente entregarla. Resistir hasta morir, esa era la consigna, tal y como rezaba el lema de los migueletes de la ciudad “vencer o morir”. Muchos pudieron huir antes del asalto, incluso la dotación del ejército regular encargada de su defensa, elaboró un plan de fuga, pues sabían que sucumbirían ante los tropas imperiales, pero aún así, conociendo el final que les esperaba, la mayoría de la población, las milicias urbanas y los somatenes, prefirieron la muerte

3- Me llama la atención que, pese a los crímenes horrendos cometidos contra la población, casi diezmada ese fatídico día, he visto que se celebró en los días 24 y 25 de junio de este año el 2º Centenario de la toma de Tarragona por el sanguinario Suchet. Contradictorio ¿no?. Lo digo porque ante tal masacre no habría lugar a ninguna celebración.

AL.-Realmente lo que se celebró fue una conmemoración coincidiendo con el segundo centenario, para rendir homenaje a la memoria de los héroes que defendieron la plaza. No hubo celebraciones, pero sí actos que honraban las víctimas masacradas en el cobarde y brutal asalto perpetrado por las tropas al mando del general, luego mariscal, Louis Gabriel Suchet, Como ve, nada tiene de contradictorio, pues no fueron días de fiesta, al contrario, se realizaron diferentes conferencias, tertulias, exposiciones en numerosos museos de la ciudad, y actos de homenaje.

4-¿Por qué se ocultó tanto tiempo lo sucedido?. ¿Quedaba alguien tan mal parado si salía a la luz pública todo lo que pasó hasta el asalto final.

AL.-Es un poco largo de explicar y yo lo único que puedo hacer es comentarte mis impresiones, fruto de la investigación de casi dos años entre manuscritos y bibliotecas. Todo apunta a que el comandante en Jefe de Cataluña, el marqués de Campoverde, no deseaba pasar a la historia como el general que había rendido la plaza ante las tropas Bonapartistas, y menos, después de que el conde Alacha entregara Tortosa. Hay que tener presente, que Tarragona era el último baluarte de Cataluña que no estaba en manos francesas. Todos conocías la importancia de la ciudad, pues disponía de puerto, custodiado por la armada inglesa y se encontraba en un lugar estratégico, dado que impedía que Suchet avanzara hasta Valencia. El marqués, se pavoneaba por las calles de la ciudad diciendo a los vecinos a voz en grito, que Tarragona nunca sería entregada. Luego parece ser que se dio cuenta que no podía presentar batalla al mejor ejército del mundo, que en aquellos momentos reunió unas tropas para el asedio superiores a 30.000 hombres. Tanto el ejército regular, que desapareció con burdos pretextos, como el ejército imperial, tienen mucho que callar y esconder, unos, por cobardes y abandonar la plaza dejando a sus habitantes a su suerte, los otros, por las atrocidades y barbarie cometidas. No me extraña que nada de esto aparezca en los libros de historia. Es una vergüenza para ambos ejércitos. Solo apuntar que el marqués de Campoverde, fue juzgado por sus actos en Valencia tres años más tarde.

5-¿Hay alguna teoría, por lo que se deduce de la novela, de que hubo alguien o algún cúmulo de circunstancias que allanó la entrada de los franceses en la ciudad?

AL.-Existen muchas pruebas documentadas de que Tarragona fue traicionada y vendida al ejército de Bonaparte. Desde oficios de la Junta Superior de Cataluña, instando al gobernador a que buscara a los conspiradores y espías (algo que sabían muy bien pues tenían un agente de inteligencia en Paris que les había informado), como por la pérdida de diferentes fuertes exteriores que hablan de traición. Te podría enumerar muchos sucesos: como que el fuerte de la Oliva, una construcción exterior que costó 40M de reales de la época, con una dotación de 1200 hombres y 50 cañones de grueso calibre, fue tomado por la misma puerta de entrada al baluarte, dado que los franceses penetraron dando el santo y seña correctos. No obstante, el día anterior la ciudad apareció empapelada de folletos indicando el día y hora del cambio de retén. Esa es solo una muestra, luego podemos seguir con el bochornoso comportamiento de los defensores del arrabal (La ciudad baja), que se embarcaron y dejaron las murallas libres para que los franceses penetraran. O igualmente, el enorme problema que hubo con los rastrillos de las murallas, que todos se encontraban abiertos en el momento del asalto, lo que provocó que los defensores fueran sorprendidos por la espalda. No acabaría de relatar hechos de traición.

6-La Guerra de la Independencia fue una guerra en la que tuvo un papel importante el pueblo: por un lado la guerrilla que hostigaba al invasor y por otro personas anónimas que forjaron leyendas, tras salvar a pueblos y ciudades del invasor con sus heroicas actuaciones. Sin embargo no sabemos si en Tarragona hubo alguien a quien destacar por su valentía.
AL- En mi novela tengo como personajes secundarios a dos héroes de la ciudad, que combatieron valientemente. Uno es el teniente de migueletes Joaquín Fábregas, y el otro, una mujer, conocida por La Rosa, o la calesera de la Rambla. Ambos personajes de mi obra están basados en la vida de ambos, que por suerte, sobrevivieron al asalto.

7-Ya metiéndonos algo más en el libro, al leerlo, realmente parece que uno se remonta al año 1811.  Uno se hace a la idea de cómo era la vida de aquellas gentes, sus vestimentas, el ambiente en las tabernas, la vida cotidiana que se procuraba llevar pese a todo. ¿Costó mucho trabajo documentarse para acercarnos a ese año y que el lector se sintiera un personaje más de la obra?.

AL-Realmente ha representado un duro trabajo. Escribir una línea, en ocasiones representaba estudiar una veintena de manuscritos durante un mes para dotar al escenario de la mayor realidad posible. Desde buscar vocablos en desuso, hasta los juegos de los críos, pasando por las vestimentas de la época, las costumbres de los habitantes de la ciudad, la construcción de las viviendas, el mobiliario, las gentes que frecuentaban los figones, y un largo etcétera. Sin embargo el tiempo dedicado a la ambientación mereció la pena, pues creo que ha sido un gran logro, por lo menos, esos dicen muchos de mis lectores, que han quedado fascinados por la recreación de la cotidianidad de hace dos siglos.

8-Pese al carácter coral de la novela uno llega a sentir empatía por los personajes, ya fuesen de los llamados buenos o de los malos. El Jerezano, Ixart, el bueno y a la vez bruto de Mingo Prats. En fin, una larga relación de personajes pero muy bien dibujados sus rasgos. Trazar sus personalidades no debió ser una tarea fácil. Lo digo, además, por el equilibrio que veo en todos o casi todos ellos.

AL.-Cada escritor tiene su técnica. Yo estoy acostumbrado a construir una ficha de cada personaje, destacando sus rasgos físicos, sicológicos y sociológicos, lo que me permite mantener el perfil del mismo durante toda la obra. Lo que realmente trabajo, es su perfil sicológico. Me gusta que los personajes tengan vida propia y que se distingan por su comportamiento, luego que cada uno se imagine el físico que desee, pero lo trascendental es que mantengan una misma conducta ante diferentes situaciones y que el lector los pueda distinguir perfectamente por su forma de ser, por su forma de vestir y en último lugar, por su físico.

9-¿Hay algún personaje de La guerra del francés que tenga algo de usted?

AL.-Todos tienen algo de mí, yo creo que el autor es todos sus personajes, y desde luego, esta pregunta merece un extenso debate entre autores, pensadores y filósofos. Sin dudarlo, todos nacen del autor e imprimes algo tuyo en cada uno de ellos.

10-Al final de su novela viene una extensa bibliografía. Es una historia novelada, desde luego, pero casi se podría tomar como un ensayo. ¿Se podría decir que es una novela testimonio?

AL.-Está basada en diferentes crónicas, diarios de personas que sobrevivieron al asalto y un largo etc. Como ves, tengo dos narradores, uno en primera persona como testigo protagonista y el otro omnisciente, sí, sin duda pretende ser un testimonio de lo sucedido.

11-Este año salen a la luz dos obras suyas: un poemario y una novela de corte distinto. ¿La siguiente será una novela histórica o con esta se acabó su aventura en este campo?

AL.-Me gustó haber trabajado con el género histórico. Me he sentido cómodo y satisfecho. He disfrutado construyendo la obra, trabajando los detalles más ínfimos e intentando ser riguroso. Ha sido la primera, cierto, pero sin duda no va a ser la última, de hecho estoy trabajando en algo que verá la luz en 2013, y naturalmente, es histórica.

Muchísimas gracias por su atención en nombre de Melibro y  Opinion de libros, seguiremos al corriente de sus éxitos.

Galaico

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